¿Cómo nació el concepto de Huella Ecológica?

La huella ecológica es un indicador del impacto de las actividades humanas de producción y consumo sobre los recursos generados por la Tierra.

Para hacernos a una idea de este concepto, visualicemos un área de terreno donde se produzcan los alimentos que consumimos, la ropa que vestimos, el auto que conducimos, la casa que habitamos y la oficina donde laboramos, más los insumos necesarios para producirlos y los componentes logísticos para transportarlos, y a todo esto sumémosle el área necesaria para depositar los residuos que generamos, como desechos de comida, ropa que ya no usamos y el CO2 que emite nuestro auto, entre otros.

Esa área de terreno necesario para producir los recursos que consumimos y asimilar los residuos que generamos, representa la huella que dejamos en la Tierra por el simple hecho de habitar en ella, de la misma manera como las huellas de nuestros zapatos quedan impresas sobre un sendero húmedo, después de haber caminado por él.

La primera publicación académica sobre huella ecológica fue realizada por William Rees en 1992, a partir del concepto y el método para calcularla propuestos por Mathis Wackernagel en su tesis doctoral, que Rees dirigía, y que originalmente denominaba “carga apropiada”.

Cuatro años después, Wackernagel y Rees publicaron el libro Our ecological footprint: reducing human impact on the Earth (Nuestra huella ecológica: reduciendo el impacto humano sobre la Tierra), en el que estimaban que la capacidad biológica disponible –el área que visualizábamos al comienzo de este artículo– era de 1,3 hectáreas por persona aproximadamente, teniendo en cuenta una población mundial de seis mil millones de personas.

Este cálculo se ha ido modificando con el paso del tiempo, al incorporar nuevas categorías de consumo y tener en cuenta áreas productivas que no fueron consideradas en un principio. En este momento se contabilizan zonas para cultivar vegetales comestibles, pastorear ganado, producir madera y papel, y criar o capturar pescados y mariscos, así como áreas urbanizadas u ocupadas por infraestructuras y área boscosas de absorción de CO2.

Bajo los parámetros utilizados actualmente, los analistas han podido concluir que la humanidad ha duplicado su huella ecológica en los últimos 40 años, y que si todas las personas del mundo viviéramos como un ciudadano medio de Estados Unidos o de Emiratos Árabes Unidos, necesitaríamos casi cinco planetas como la Tierra para producir lo que consumiéramos y asimilar los residuos que produjéramos, una asombrosa realidad sobre la cual los Ciudadanos Sostenibles tenemos que reflexionar.