Las aves y su valor para la humanidad
Las aves han servido para representar los mitos más antiguos de la humanidad, desarrollar teorías tan importantes como la de la evolución de las especies y encontrar respuestas a los más profundos dilemas ambientales que vivimos en la actualidad.
El ave Fenix, una criatura mitológica presente en culturas antiguas tan distantes como las de Egipto, Grecia y China, nos muestra la capacidad de resurgir de las cenizas, la posibilidad de renacer, la oportunidad de levantarse una y otra vez, la necesidad de adaptarse a nuevas circunstancias y no desfallecer.
El colibrí, visitante habitual de nuestros jardines con flores, ya había sido inmortalizado por el pueblo Nazca en la costa suroccidental del actual Perú hace por lo menos 1700 años, en un dibujo sobre la tierra (geogrifo) que mide aproximadamente 66 metros entre las puntas de sus alas.
En 1859 Charles Darwin publicaba su libro “El origen de las especies” para divulgar la teoría de la evolución a partir de la selección natural, que había concebido mientras comparaba los picos de los pinzones y otras aves en las islas Galápagos.
La observación sistemática y metodológica de las aves nos ha permitido conocer su valor para la preservación de los ecosistemas y nos ha planteado interesantes preguntas, como las que se derivan de las migraciones de varias especies, algunas de las cuales atraviesan el territorio colombiano en su viaje de ida y vuelta entre el norte y el sur de nuestro continente.
Las aves migratorias vuelan a lo largo de miles y miles de kilómetros sobre mares y costas, selvas y bosques, áreas agrícolas e industriales, desiertos y ciudades; en su odisea programada enfrentan grandes obstáculos y retos, como edificios con fachadas en vidrios espejo, depredadores, mal tiempo, cambios en la geografía de los territorios y muchos más, que pueden impedirles cumplir con un destino que han alcanzado una y otra vez, durante millones de años.
Uno de los papeles más valiosos que desempeñan las aves en favor de la humanidad, y de la vida en la Tierra, es el de polinizar cientos de especies de plantas que dependen de ellas para su reproducción sexual. El Colibrí coliazul –Amazilia saucerottei– por ejemplo, es un gran polinizador, no solo de plantas silvestres, sino de muchas otras con interés económico y alimentario para la humanidad.
Algunas aves que comen frutos (frugívoras), como el Papayero –Saltator coerulescens–, desempeñan un importantísimo rol en la dispersión de semillas y en la renovación de los ecosistemas; otras por el contrario, al destruir las semillas para poderlas digerir, realizan un valioso control reproductivo de algunas plantas, lográndose así al balance necesario en muchos medios naturales.
Otras especies de aves, como el Vencejo collarejo –Streptoprocne zonaris– o la Golondrina pechiblanca –Pygochelidon cyanoleuca–, deben consumir enormes cantidades de insectos para subsistir, controlando de esta manera su población y previniendo que se conviertan en plagas que afecten los cultivos agrícolas o la salud humana.
Las aves rapaces, como el Gavilán caminero –Rupornis magnirostris–, que se alimentan de conejos, ratones y pequeños reptiles, y las que consumen peces –gaviotas, garzas y martines pescadores– contribuyen a limitar las poblaciones de sus presas y a mantener un balance dinámico en la naturaleza.
Incluso las aves carroñeras, como el Gallinazo –Coragyps atratus–, cumplen una meritoria labor de higiene y salubridad al consumir los restos mortales de otros animales, favoreciendo así el reciclaje de nutrientes y previniendo la difusión de enfermedades.
Conocer las aves y sus hábitats es una obligación moral si queremos construir un futuro incluyente, sensible y respetuoso de la naturaleza y la biodiversidad. Debemos incorporar los conocimientos ancestrales a los descubrimientos científicos y actuar como ciudadanos sostenibles, comprometidos con la defensa de una de las riquezas más grandes de nuestro territorio: las aves.